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Copa América 1995

La década de 1990 no fue complaciente con Uruguay. Fueron más los sinsabores que las alegrías para el fútbol charrúa. Argentina había ganado la Copa América de 1991 y 1993, con lo que había superado en cantidad de conquistas (14) a la Celeste, que a su vez no había concurrido al Mundial de Estados Unidos 1994, consecuencia lógica de lo que fue la crisis desatada por el diferendo entre el director técnico, Luis Cubilla, y los jugadores uruguayos que actuaban con suceso en clubes de Europa: Nelson Gutiérrez, Enzo Francescoli, Ruben Sosa, José Herrera, Daniel Fonseca, Ruben Pereira y Carlos Aguilera.

Superada esa instancia el foco se puso en una sola cosa: ganar la Copa América de 1995, la que se disputaría en Uruguay, lo que significaba además defender el invicto que tenía la celeste por el torneo continental. Para ello se había confiado el comando de la selección nacional a Héctor “Pichón” Núñez.

Avalado por su trayectoria internacional (entre otros había dirigido en España a Atlético de Madrid, Valencia, Levante, Valladolid y Rayo Vallecano, además de Tecos de México, a la selección de Costa Rica y a Nacional en Uruguay), el exfutbolista tricolor y de la selección llegó quizás para cumplir un papel mucho más importante que el deportivo: con su perfil componedor y bonhomía debía terminar con las luchas intestinas que tanto mal le habían hecho a la selección en los años anteriores.

 

Las subsedes elegidas

La Conmebol había confirmado, en un sistema de rotación, a Uruguay como Copa América para 1995. El país se puso a trabajar para que se disputara en varias ciudades y que dejara de ser exclusivamente en Montevideo. El problema era que no había estadios aptos ni infraestructura para recibir a las delegaciones de la manera en que se exigía.

Políticamente había que tomar una decisión comprometida, pues las obras se harían bajo un gobierno (entonces del Dr. Luis Alberto Lacalle) pero el torneo se disputaría con otro distinto, dado que habría elecciones en noviembre de 1994. Las ganó el Dr. Julio María Sanguinetti (quien ya había presidido al país de 1985 a 1990) y fue él quien asumió el 1° de marzo de 1995. La Copa América iniciaría el 5 de julio.

Ese compromiso existió y hubo cuatro subsedes: Montevideo y Maldonado para el Grupo A (en el que estaría Uruguay), Rivera para el Grupo B (Brasil sería el cabeza de serie) y Paysandú para el Grupo C (Argentina). Pero había que poner en condiciones los estadios. Al Centenario se le hizo una puesta a punto, pero a los demás había que hacerlos prácticamente de cero.

El Domingo Bugueño Miguel de Maldonado solo dejó una tribuna en pie, que era la principal del viejo estadio, y se levantaron una nueva con un gran palco cerrado y cabinas de transmisión muy cómodas  y las dos cabeceras. Pasó a tener una capacidad de 25.000 personas.

El Atilio Paiva Olivera de Rivera fue totalmente renovado. Si bien se mantuvo en pie también una tribuna, cambió su fisonomía y aumentó considerablemente su gradería para llegar a albergar 30.000 personas, pasando a ser en ese momento el segundo estadio con mayor capacidad.

En Paysandú directamente se construyó un estadio nuevo para 20.000 espectadores y nació el Parque Artigas, cuyas obras se hicieron a contrarreloj e incluso el día antes de albergar la primera fecha (Estados Unidos 2-Chile 1 y Argentina 2-Bolivia 1 el 8 de julio) todavía se estaban haciendo tareas de limpieza.

 

Grupo A

Uruguay 4-Venezuela 1 (Fonseca, Otero, Francescoli de penal y Poyet)

Paraguay 2-México 1

Uruguay 1-Paraguay 0 (Francescoli)

México 3-Venezuela 1

Paraguay 3-Venezuela 2

Uruguay 1-México 1 (Marcelo Saralegui, en Maldonado)

Avanzaron: Uruguay, Paraguay y México

Esta serie no presentó mayores sorpresas y Uruguay cumplió con sus dos primeros objetivos: superar el grupo y mantener el invicto como local.

 

Grupo B

Colombia 1-Perú 1

Brasil 1-Ecuador 0

Colombia 1-Ecuador 0

Brasil 2-Perú 0

Ecuador 2-Perú 1

Brasil 3-Colombia 0

Avanzaron: Brasil y Colombia

Tampoco hubo sorpresas en este grupo, dado que Brasil era el campeón del mundo reinante desde Estados Unidos 1994 y ganó todos sus partidos sin recibir goles. Colombia era señalado como el otro candidato a avanzar y cumplió.

 

Grupo C

Estados Unidos 2-Chile 1

Argentina 2-Bolivia 1

Bolivia 1-Estados Unidos 0

Argentina 4-Chile 0

Bolivia 2-Chile 2

Estados Unidos 3-Argentina 0

Aquí sí hubo sorpresas, porque Argentina era la gran favorita y terminó segunda, detrás de Estados Unidos, que la goleó en la última fecha y le marcó un camino que sería condenatorio. Bolivia sorprendió también al meterse tercero y avanzar a octavos de final.

 

Cuartos de final

A partir de esta fase se venían los mayores desafíos para Uruguay, porque tendría que lidiar con el campeón del mundo vigente (Brasil) y el bicampeón de América (Argentina), aunque un poco se le facilitaron las cosas por lo ocurrido con los albicelestes en el cierre de su serie.

La derrota 3-0 a manos de Estados Unidos dejó al equipo dirigido entonces por Daniel Alberto Passarella como segundo del grupo, lo cual le significaba enfrentarse a Brasil en Rivera. Por lo tanto, uno de los dos quedaría por el camino ya en las primeras de cambio. La celeste debería enfrentar a un tercero, en este caso Bolivia.

El 16 de julio, en el Centenario, Uruguay sufrió más de lo previsto para vencer 2-1 a quizás la mejor Bolivia de toda la historia, que venía de jugar la Copa del Mundo en Estados Unidos con futbolistas como Erwin “Platini” Sánchez, Marco Antonio Etcheverry, Ronald Raldes y Luis Cristaldo. Marcelo Otero (1’) y Daniel Fonseca (30’) anotaron los tantos celestes.

El gran partido de la fase era, sin dudas, uno de los clásicos de Sudamérica: Brasil-Argentina. Y se saldó con polémica, porque Argentina ganaba 2-1 (Balbo y Batistuta los goles albicelestes y Edmundo el auriverde), pero en el minuto 81’ Tulio igualó con una flagrante mano antes de definir. Recibió el centro de Jorginho desde la derecha, controló la pelota con el brazo izquierdo totalmente estirado y definió cruzado ante la salida del arquero Cristante.

El juego se fue a definición por penales, en la que Diego Simeone y Fabbri fallaron para los albicelestes, en tanto Roberto Carlos, Tulio, Dunga y Edmundo acertaron para decretar el pase de Brasil a semifinales. Ese partido pasó a ser recordado por los argentinos como el de “La mano de Tulio”, en contraposición con “La mano de Dios” de Maradona ante los ingleses en 1986.

 

Resultados:

Uruguay 2-Bolivia 1

Colombia 1 (5)-Paraguay 1 (4)

Estados Unidos 0 (4)-México 0 (1)

Brasil 2 (4)-Argentina 2 (2)

 

Semifinales

Uruguay, el único que había avanzado sin necesidad de recurrir a los penales, enfrentaría a Colombia en busca del pasaje a la final, en tanto el sorprendente Estados Unidos se las vería ante Brasil. La celeste jugó su mejor partido en semifinales y se impuso 2-0 con tantos de Edgardo Adinolfi y Marcelo Otero en un Estadio Centenario que llamativamente se presentó semivacío, producto de las gélidas temperaturas que sufrió Montevideo en la noche invernal del 19 de julio.

Con el pasaje a la final y un equipo que parecía ir de menos a más, la celeste esperó hasta el otro día por el rival en el partido decisivo. Se suponía que sería Brasil y lo fue, aunque no le sobró casi nada para vencer 1-0 (gol de Aldair) a Estados Unidos en Maldonado.

 

Final y la Copa 14

La mesa estaba servida. El domingo 23 de julio Uruguay enfrentaría al campeón del mundo reinante, ante el que tenía que defender el invicto histórico por Copa América en casa. Curiosamente, dos de las últimas tres finales que había disputado Uruguay por el torneo continental hasta el momento habían sido ante Brasil: la ganada en 1983 en partidos de ida y vuelta (2-0 y 1-1) y la perdida en 1989 (1-0) en Maracaná. La restante, en 1987, había sido la ganada 1-0 sobre Chile en Buenos Aires.

Brasil llegaba con la base del equipo que había levantado la Copa FIFA en Estados Unidos. En la final del Centenario formó con: Taffarel, Jorginho, Aldai, André Cruz y Roberto Carlos; César Sampaio, Dunga y Juninho Paulista; Edmundo, Tulio y Zinho. Entre los suplentes se encontraba Ronaldo Nazário, quien con 18 años era un diamante en bruto pero todavía no tenía el brillo que lograría años más tarde en la selección.

Uruguay alineó a: Fernando Álvez, Gustavo Méndez, José Herrera, Eber Moas y Tabaré Silva; Diego Dorta, Álvaro Gutiérrez y Enzo Francescoli; Marcelo Otero, Gustavo Poyet y Daniel Fonseca.

Brasil se puso en ventaja a los 30’ con gol de Tulio, en una jugada que tuvo como consecuencia la fractura de tibia de Tabaré Silva, quien en su intento por despejar el balón antes que lo conectara Túlio, dio su pierna contra el codo del brasileño.

Uruguay se encontró en desventaja, lo que solo le había ocurrido en el torneo ante México. Entonces igualó 1-1 y esta vez lo hizo nuevamente. El gol fue de Pablo Bengoechea, que había salido desde el banco y se encontró con un tiro libre al borde del área que le permitió poner la pelota en el ángulo derecho del arquero Taffarel, quien ni se movió.

El marcador no volvió a moverse y llegaron los penales. Allí Álvez le atajó el tercer disparo a Tulio (ya habían convertido Roberto Carlos y Zinho) y le dio la ventaja a Uruguay. El arquero, lejos de celebrar, se levantó e hizo la seña a sus compañeros de que estuvieran tranquilos, que todavía faltaba.

Para Uruguay Enzo Francescoli y Bengoechea habían convertido los suyos, por lo que José Herrera venía con la chance de poner el 3-2. No falló. Tampoco lo hicieron luego Álvaro Gutiérrez (el mejor de la cancha en la final) y Sergio “Manteca” Martínez, quien anotó el quinto y desató la fiesta.

Copa América número 14 para Uruguay, que igualaba a Argentina como el más ganador; se mantenía el invicto en casa por el torneo continental y Enzo Francescoli levantaba como capitán su tercer trofeo, luego de haberlo conseguido también en 1983 y 1987.

Uruguay salía así del ostracismo sudamericano tanto a nivel de selecciones como de clubes en los ‘90. Marcaba el camino de un resurgir continental que lamentablemente no se concretó. La década de 1990 fue de las más pobres del fútbol uruguayo, que tampoco fue al Mundial de 1998, pero ese 23 de julio era tiempo de festejos y al menos por un rato el Uruguay futbolero fue feliz.

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